viernes, 12 de noviembre de 2010

Con esto comienza esta crónica o parodia de una realidad enferma (y no por estupida sensación existencial), de las miserias de una sociedad descompuesta.
Una vida en la cual el hombre solo explota al hombre, y los dueños asesinan nuestra conciencia con su moral. De esta condición en la cual, estos dueños parásitos subsisten gracias a la esclavitud…
Aquí estamos parados, en esta perversidad llamada capitalismo (aunque justamente ahora algunos traten de “humanizar”), donde el llanto es mercancía y debamos pagar un altísimo costo. En donde el burgués juega al profeta divino en las enormes pantallas, que nuestras propias manos hicieron para el, y el fetiche esconde nuestro sudor para su dicha…
La explotación es aliviada por sotanas y hostias; la opresión viaja “de casa al trabajo” y es exhibida en carteles para el orgullo de los señores; el hambre es negociado por “nenes con superpoderes” rindiéndole culto a la propiedad privada.
Pero es aquí, y el ahora nos apura, donde tomaremos el cielo por asalto, naciendo en las calles, recuperando lo que es nuestro, y dejando a nuestros hijos mucho más que un bello anhelo de ser felices… dejando en sus labios la inquietud revolucionaria; es aquí donde ya no podrán decir que es el fin de la historia; donde la convulsión se transformara en vida, NUESTRA PROPIA VIDA…


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